¿Empezar una fundación también es emprender?
El emprendimiento puede ser más que la creación de un nuevo negocio
Dentro de nuestra sociedad, solemos ver a las fundaciones y las organizaciones sociales con otra óptica. Como si otro set de reglas aplicaran a ellas. Las grandes portadas de Fortune, Expansión, Fast Company y otras revistas sobre negocios y emprendimiento, rara vez muestran a líderes sociales como emprendedores exitosos.
Los ejemplos que encontramos en Lean Startup o en Good to Great no se detienen a explicar detalles del sector social. Todo se trata del mercado: resolver un problema para el mercado y encontrar una solución de acuerdo a las condiciones del mercado.
Sin embargo, en el centro de todo emprendimiento hay dos intenciones: primero, la intención de resolver un problema y segundo, la intención de hacer algo que nadie más ha hecho. Estas dos intenciones están tejidas en el ADN del emprendimiento, pero también están inseparablemente ligadas al impacto social.
Alguna vez leí que empezar una organización social es uno de los emprendimientos más aventurados y riesgosos que pueden existir. Hoy, después de 12 años de crear Fundación Vuela, me doy cuenta que es cierto.
Inicialmente, el comenzar un proyecto social nace de una intención del corazón. No hay persona que no mire una injusticia o una crisis y no quiera poner una solución. Cada uno tenemos una inclinación distinta. Para unos, el detonador es el medio ambiente, para otros, niños que sufren, con algunos resuena la discriminación o la desigualdad. Lo cierto es que todos tenemos programada el alma para conectar con alguno de los problemas sociales del mundo y tener una predisposición para involucrarnos en su solución.
El emprendimiento social tiene en su centro la intención de resolver un problema. La diferencia con el emprendimiento en negocios es que la solución para ese problema no va a incluir una utilidad para quien pretende resolverlo.
Aceptar esta premisa es el primer paso. Sin embargo, el no generar utilidades no quiere decir, desde mi perspectiva, que criterios de profesionalismo, planeación estratégica, administración, innovación y mercadotecnia no apliquen a las organizaciones sociales.
Una organización social es algo serio. Las organizaciones sin fines de lucro en México son responsables del 2.9% del PIB Nacional. Emplean a 1.5 millones de personas y cuentan con el trabajo de más de 2 millones de voluntarios. Su actividad económica rebasa los 670 mil millones de pesos (Fuente: INEGI 2009).
Por esta razón, deberíamos ejecutar y evaluar a las organizaciones sociales con mayor profesionalismo que a cualquier empresa. Primero, porque trabajan con dinero ajeno donado y segundo, porque hacer las cosas mal en una Fundación, implicaría no ayudar a toda la gente que podríamos ayudar.
Cuando conozco gente nueva, la mayoría se sorprenden de que trabaje en una fundación. Y es que no es algo común. Es algo que no mucha gente hace. Y es que el objetivo de una organización no lucrativa es conseguir eliminar, reducir o solucionar un problema social. Y si logran eso, habrán hecho algo que nadie más ha hecho.
Las organizaciones comparten las dos intenciones de los emprendedores, solo que su mercado no es el económico, sino el amor. Pero si logran su cometido, habrán logrado algo más grande para la humanidad que muchas empresas.
Es para mí un gusto compartir una perspectiva social en esta serie de artículos semanales en TechLA, porque estoy convencido de que con ella podemos cambiar el mundo. Ojalá que les gusten.